domingo, 8 de noviembre de 2009

La nieve en Barcelona




La faja costera mediterránea que se extiende desde el cabo de Creus hasta el delta del Ebro, con la ciudad de Barcelona casi en su centro, no es una zona en la que la nieve sea habitual o muy frecuente. Pero tampoco puede decirse que este meteoro esté fuera de lo normal o sea algo insólito en esa zona.


Limitándonos a la ciudad de Barcelona y su área metropolitana, frecuentes son los inviernos con un día o dos en los que se ven caer algunos copos de nieve. Tanto es así que en los últimos ciento veinticinco años ha habido más de un centenar de nevadas registradas en Barcelona, siempre y cuando por nevada entendamos la simple precipitación de copos de nieve, independientemente de que caigan acompañados de lluvia y de que lleguen a cubrir el suelo.


Porque otra cosa muy distinta es que la temperatura sea lo suficientemente baja para que esa nieve llegue a cuajar, a helarse o a acumularse en cantidad suficiente como para poder medir su espesor. Eso ya es bastante menos frecuente. Lo más normal en Barcelona es que la nieve se funda al entrar en contacto con el suelo o, como mucho, que forme una fina capa apenas medible sobre parterres, jardines y terrazas.


El número de episodios en los que la nieve ha cuajado, se ha acumulado y ha durado varias horas en el suelo, se reduce a algo más de veinticinco en los últimos ciento veinticinco años. Aunque algunos de ellos han sido verdaderamente notables, tanto por la cantidad de nieve caída, como por los problemas que han causado en una ciudad como Barcelona, poco preparada para este fenómeno atmosférico.


De entre estas nevadas destacaremos como más importantes por superar los 10 centímetros de nieve acumulada, las siguientes:


La del 10 de febrero de 1887, con 20 cm. de espesor.


La del 27 de enero de 1889, con 10 cm.


La del 15 de enero de 1914, con un espesor de 24 cm.


La del 27 de febrero de 1924, con 18 cm.


Las de los días 15, 16 y 17 de febrero de 1938 que acumularon un total de 15 cm. de espesor y significaron la excepcionalidad de que hubiera nevadas en tres días consecutivos. (Muy duro fue aquel invierno, coincidente con la batalla de Teruel de la Guerra Civil, especialmente si consideramos que ya había nevado en Barcelona unas semanas antes, el 31 de diciembre de 1937, con 4 cm. de espesor).


Durante los años 40 y 50, la nieve visitó Barcelona en cinco ocasiones, pero en ninguna de ellas dejó espesores mayores de 10 cm. No obstante, cabe mencionar el mes de febrero de 1956, no por la nieve que cayó, unos 6 cm el día 20, sino por los fríos extremos que se alcanzaron. Durante ese mes fueron 14 los días con temperaturas mínimas por debajo de los cero grados, hasta alcanzar los 6,7 grados bajo cero registrados en la madrugada del día 11. Esta mínima es la más baja de todo el historial termométrico de Barcelona.


En cambio, la nevada del 25 de diciembre de 1962 fue memorable. Dejó espesores de entre 50 cm. a un metro, que colapsaron la ciudad durante varios días. De esta excepcional nevada hablaremos en otra ocasión de forma extensa y detallada.


Desde aquel año hasta el momento actual, la nieve ha visitado Barcelona en unas doce ocasiones y en algunas de ellas ha dejado grosores apreciables, sobre todo en las zonas altas del extra radio y en el área metropolitana. En cambio la acumulación de nieve en el centro de la ciudad se ha visto dificultada en los últimos años por factores, antaño inexistentes o menos acusados, como el gran incremento del tránsito rodado, la rapidez de intervención de las brigadas de limpieza y el propio microclima de “gran ciudad” que se caracteriza por convertir el centro de toda urbe populosa en una “isla cálida” como consecuencia de la automoción y de la actividad comercial y humana.


La nieve en Barcelona no suele ser causada por invasiones de aire polar, pues éste llega muy seco después de haber circulado prácticamente por toda Europa, desde Dinamarca a los Pirineos, sin haber cruzado ningún mar.


En cambio, la nieve es posible en Barcelona cuando un potente anticiclón se sitúa en Centroeuropa, a la vez que una borrasca se localiza en el Mediterráneo, centrada entre Sicilia, Cerdeña y el Norte de África, de manera que entre ambas masas se precipita sobre la costa mediterránea de la Península una fuerte corriente de aire del Este o del Noreste que se carga de humedad al circular sobre el Mediterráneo. Si este aire es de origen siberiano, o sea, muy frío, las posibilidades de que caiga una nevada son máximas.

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